El equilibrio con la sotenibilidad es frágil. Ser sostenible y vivir en un mundo globalizado no siempre es fácil ni evidente. Por una parte, queremos utilizar materiales que no provengan de fuentes animales. Ni del petróleo, materiales reciclados o reciclables, incluso que sean veganos. Por otra parte, a la hora de adquirir estos materiales, no nos preocupa traerlos desde el último rincón del mundo. No pensamos que para su transporte se ha gastado mucho combustible y se han emitido toneladas de CO2 a la atmósfera.
Limpieza de imagen con etiqueta sostenible
Ahora se ha puesto de moda que muchas marcas “fast fashion” (no vamos a poner nombres, todos las conocemos) traten de limpiar su imagen por diversos medios. Es lo que se llama “green whashing”. Por ejemplo, proponen alguna línea o colección de ropa y/o complementos hechos con materiales reciclados o con algodón orgánico. O bien explican que alguno de sus procesos de fabricación utiliza energías renovables. O que reciclan las aguas residuales provenientes de los tintes. Pero no nos dicen qué avances y mejoras hacen en el ámbito de las condiciones laborales de los trabajadores de las fábricas en el sudeste asiático donde confeccionan sus prendas, que siguen siendo ignominiosas.
En este contexto, las pequeñas marcas artesanas tenemos que hacer malabarismos para demostrar con nuestros limitados medios nuestro compromiso con la sostenibilidad. Así que es nuestra forma de mantener el equlibrio con la sostenibilidad.
Filosofía Km. 0: impulsar el comercio local
En Peter & Wolf compramos los materiales y componentes de nuestros artículos en comercios del barrio, de nuestra propia ciudad (Barcelona). Así tratamos de fomentar el concepto Km. 0. Si nuestro negocio va adelante y crece, con nosotros deben crecer aquellos con los que colaboramos. Así fomentamos un ecosistema en red. Eso sí, debemos reconocer que nunca sabremos a ciencia cierta de dónde proceden esos materiales que compramos. Algunos de nuestros proveedores son tiendas de toda la vida ubicadas en Ciutat Vella o Poble Nou. Aunque nadie nos garantiza que esos remaches, esas cintas o esas telas no se han fabricado en China o Pakistán…
Si compramos un bolso en PET procedente de China perjudicamos al medio ambiente y al tejido industrial de nuestro entorno cercano. Aunque usar el PET sea buena idea, el combustible para su transporte al otro lado del mundo y la polución que se genera hacen que no sea tan buena idea.
El coste de no poder reducir los costes
Para un taller pequeño, para un artesano, es muchísimo más difícil acceder a la llamada “economía de escala” que para una gran empresa. Para tener siete u ocho colores disponibles hay que comprar un mínimo de metros de tejido en cada uno de esos colores.
Cuando contactamos con la fábrica nos dicen que el pedido mínimo es de 100 metros o más. Con la limitación de recursos de una marca local así no podemos llegar al punto de equilibrio, y es difícil que el negocio prospere. Esto restringe mucho la capacidad de competir con otras marcas más grandes o ya consolidadas, y relega al pequeño taller a un mercado a menudo demasiado reducido para poder sobrevivir.
Qué y quién hay realmente detrás de un producto
Por ello, las marcas “handmade” necesitamos aportar a nuestros productos otros valores, a veces no tan tangibles, pero más valiosos que los propios materiales y que trasciendan las tendencias de la moda “fast fashion”. Son valores que pueden ser compartidos por muchos consumidores, cada vez más, que sienten que han de contribuir a preservar nuestro planeta. Estos consumidores son más conscientes y quieren salir de esta rueda adquiriendo productos diseñados y confeccionados con responsabilidad y solidaridad.
Entre los valores que subyacen en nuestros productos están:
- el propio diseño, buscando piezas atemporales, más unisex, que puedan convertirse en fondo de armario.
- la filosofía de los creadores, una empatía con el entorno social, económico y natural
- el mencionado compromiso inquebrantable con el Km 0, fomentando una red de colaboradores locales (proveedores, tiendas…)
- el uso de materiales que favorecen o, al menos, no perjudican al medio ambiente
- un trabajo totalmente artesano, sabiendo quién ha hecho cada pieza (idea de dignificación del trabajo manual). Incluso, a ser posible, involucrando entidades y personas con alguna dificultad social o personal.
- La ilusión por compartir con otros que la aprecien un pedazo de la propia creatividad
Cada pequeño artesano y creador tiene sus propios valores y convicciones que trata de transmitir con cada artesanía. La identificación con estos valores es algo más anclado en lo emocional que en lo puramente racional o de tendencia.
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